Natalia Peris //Fotografias
Natalia Peris nace en invierno en Valencia hace 19 años. Guarda con recelo los recuerdos de aquella ciudad, pues con 11 años se separa de ella y de su mar. Desde entonces, vive o sobrevive en Sevilla, donde descubre que el cielo no puede ser más azul y que el arte es el aire que respirar. Estudia Derecho y Criminología porque aspira a hacer justicia y a entender por qué.

▲ ¿Que haces? y por que?
Sobre todo, hago fotografías. Las hago porque hay cosas que no sé decir con palabras, que no sé decir de otro modo. Decía Wittgenstein que
el lenguaje, más que descriptivo, es constructivo. Yo he elegido otro lenguaje, he elegido mi lenguaje. A través de mis fotografías, intento expresar ideas, conceptos, sentimientos. Es mi forma de gritarle al mundo cosas que o bien él necesita saber o bien yo necesito decir. Además, también es el mejor modo de hacer que algunos momentos, personas, lugares, recuerdos duren, existan, de algún modo, por y para siempre.
Y a veces, cuando creo que me bastan las palabras, escribo poemas para entender lo que siento y lo que me gustaría sentir.


▲ ¿Te gusta que te pregunten por tu obra?
Sí, porque entiendo que quien pregunta por mi obra está mostrando interés por ella, y es
o me halaga. Del mismo modo, me intereso por lo que hacen los demás. Hay muchos artistas a los que admiro y me gusta leer o escuchar las entrevistas que les hacen. También me encantaría poder tratar con ellos, plantearles mis propias dudas e interrogantes. Muchas veces, sin embargo, la mejor manera de preguntar por una obra o responder preguntas sobre ésta es prestar atención a la misma, observarla, mirarla de arriba abajo, de izquierda a derecha, cada rincón, interpretarla, traducirla, llevarla a nuestro propio mundo, a nuestro propio lenguaje.

▲ ¿En qué te inspiras? ¿qué querés decir? ¿por que?
Me inspiro en todo y en nada. En todo lo que me rodea, en los desconocidos con los que me cruzo, en las palabras que leo, en las vistas desde el autobús, en los recuerdos hechos y por hacer, en las personas que sonríen y en las que ni siquiera saben cómo hacerlo, en los poemas de poetas mayores y, sobre todo, de poetas menores, en las pancartas de los manifestantes. En nada real, en mis sueños, en una música que no sé crear, en palabras que no tienen forma. En definitiva, en todo lo que veo con los ojos abiertos y en todo lo que veo con los ojos cerrados.
A veces creo que si supiera lo que quiero decir, no diría nada. Quiero deci
r, supongo que sé lo que quiero decir, pero no quiero que la gente sepa qué quiero decir. Las obras, el arte, quizá como metáfora, quizá como mero resultado de un concepto, están abiertos a interpretación. Ésa es su esencia. Cada persona encierra unas ideas, unos sentimientos, una historia, un mundo... precisamente porque se ha ido construyendo, se está construyendo a partir de ello. Del mismo modo que donde algunos sólo ven garabatos, o no ven absolutamente nada, otros ven un autorretrato de Pablo Picasso intentando ya reírse de la muerte. ¡Aunque ya quisiera yo tener el talento y el arte de Picasso! El caso es que cada persona puede ver algo distinto en una misma obra. Cada persona puede interpretarla de un modo distinto, en función de lo que ha vivido, de cómo es, de cuál es su forma de ver o entender el mundo. Independientemente de lo que yo quiera decir con una obra, a cada persona le puede decir una cosa. Y todas esas interpretaciones, por muy distintas que sean entre sí y por muy diferentes que sean del mensaje que yo intento expresar, son perfecta y absolutamente válidas. Y es precisamente eso lo que da valor al arte. No debemos intentar buscar, entender qué quiere decir el artista cuando crea, sino ver qué nos dice a nosotros. Puede que sea una manera de apropiarse de la obra ajena, pero también creo que es el máximo reconocimiento que se le puede hacer a esa obra. Quizá porque desmitifica la deshumanización del arte. No lo sé. Pero sí sé que, más allá de lo que yo quiera decir con mis fotografías, lo que está claro es que busco una reacción por parte de quien las ve, un efecto en quien las ve. Como la poesía de Machado y Unamuno, que buscaba “agitar los espíritus”.
Creo, hago fotografías porque necesito dar forma, hacer reales todas esas ideas que me encuentro tanto en mi realidad como en mis sueños (que terminan por ser lo mismo), todas esas constelaciones de conceptos que me invento, todos esos mensajes con los que tropiezo. A menudo, no es que no me
basten las palabras, sino que sobran. Es como cuando te enamoras. Si realmente te enamoras, creo que no necesitas usar palabras, letras para decir “te quiero”, “estoy aquí”, “no me dejes”. Creo porque necesito crear. Porque necesito decir, gritar, llorar determinadas cosas. Y convertir esas cosas en fotografías es la mejor forma que tengo de decirlas, gritarlas, llorarlas.
▲ Influencias.
Cualquier cosa, momento, lugar o persona que me inspira también me influye en cierto modo.
Influyen el arte, el miedo, la vida, el color, la lluvia. Influyen el ruido y el silencio. Y la distancia.

▲ Hoja en blanco para decir...
“Id, canciones mías,
(...)
id como una plaga contra el aburrimiento del mundo.”,
“Encargo”, Ezra Pound.

▲ ¿Qué pregunta nunca te hacen, sobre tu trabajo, y te gustaría que te hagan?

¿Duele más gritar o quedarse callado?
Callar. Siempre.

▲ A qué personaje conocido llegas a través de los 6 grados de separación?
A Peter Silberman. Seguro.


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Llegaste a 6° de Arte en Acción por medio de Jesus Castro

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Mencionaste como eslabón a Patricia Aguilar